La dinámica de la violencia
La violencia doméstica y de género dentro de una relación genera una dinámica de la cual es difícil salir. Las personas que viven en la relación son conscientes del miedo que las amenazas y el resto de actos violentos infringen.
La tensión y los actos violentos moldean las relaciones y la forma en que las personas interactúan entre sí. Las personas afectadas intentan desarrollar estrategias para protegerse de esta violencia. Adaptan su comportamiento, dejando de lado sus propias necesidades y reprimiendo emociones.
Algunas de las razones por las cuales las personas que sufren violencia dentro de una relación no la abandonan o buscan ayuda son: la esperanza de que la persona cambie, los sentimientos de vergüenza o culpa o el miedo a que la violencia aumente.
Terminar con una relación de pareja en la cual predomina la violencia requiere valentía y una idea de cómo proceder. Cuando sientas que es el momento, háblalo con alguien, busca ayuda.
Las emociones volátiles y las acciones violentas de la persona agresora dictan el ambiente dentro de la relación. La persona que sufre la violencia adapta su comportamiento para intentar prevenir episodios de violencia. Estos ajustes de comportamiento pueden ocurrir de manera consciente o inconsciente. El miedo a la violencia la convierte en una relación inicua.
La persona que experimenta la violencia se vuelve cautelosa al expresar sus opiniones y necesidades, a menudo buscando complacer a la persona agresora. En un entorno dominado por esta última, no hay espacio para que la víctima u otros miembros de la familia expresen abiertamente sus emociones.
Cuanto más aislada esté la persona afectada, menor será la probabilidad de que la violencia se haga pública y más fácil será controlarla.
La persona agresora podría ofenderse por las aficiones o las amistades de la víctima, empujándola gradualmente a abandonarlas mediante razonamientos inconexos.
Las relaciones de pareja se construyen sobre optimismo y proyectos futuros. Es por ello que la persona que sufre la violencia puede sentir emociones fuertes hacia la persona agresora y valorar los momentos en los cuales la violencia no está presente. Cree en la posibilidad de cambio de su pareja y le resulta difícil imaginar una vida alternativa.
La persona que experimenta o ha experimentado violencia a menudo se siente comprometida con la relación y reacia a abandonarla. El miedo a cómo será interpretada y a no ser creída, impiden que salga a la luz.
Las personas agresoras tienden a hacer responsable de los actos violentos a la víctima, justificando así sus propias acciones. Esto a menudo conlleva a que las personas afectadas sientan vergüenza y culpabilidad, percibiendo que su comportamiento desencadena dichas agresiones.